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Archive for 14 de enero de 2013

LA MIRADA…

Su mirada...

Su mirada…

Abrió la mirada a la mañana después de toda una noche en vela.

Se sentía extraña, perdida en aquella habitación de hotel esperando un día que llevaba aguardando tanto tiempo.

Las primeras luces del alba entraban por la ventana entreabierta y ella se sentó al borde de la cama mirando al vacío, buscando la calma, la quietud de un corazón que hoy latía fuertemente movido por la esperanza, como nunca lo había hecho.

-¡Cuánto le había costado llegar allí!- … pensó mientras se levantaba lentamente buscando la ducha reparadora.

Se desnudó despacio, y cerrando los ojos, dejó que el agua fluyera sobre su rostro y su cuerpo para lavar sus miedos y reconfortar su espíritu; y dejó volar su mente… que sin querer como siempre, corrió a su lado.

Lavó sus miedos...

Lavó sus miedos…

Y pensó en él.

Como se encontraría, que sentiría, que estaría haciendo en aquel mismo momento, en aquel mismo instante, en ese segundo. Porque hoy se sentía tan cerca y a la vez tan lejos, ya a menos de ciento cuarenta latidos.

Y el tiempo, se detuvo tras el cristal empañado; y la vida transcurrió despacio, pausadamente, al ritmo de los recuerdos que se agolpaban en su pensamiento como si nada a su alrededor existiera, como si todo hubiera sido diseñado para aquella tarde por un mágico destino que la arrastraba, y del que no quería zafarse.

Y es que Silvia había decidido por fin ser fiel a sí misma y a sus sentimientos; para dejar de soñar y creer que era posible si ponía su alma en el empeño, y ella estaba dispuesta a todo por lograrlo.

No recordaba cuando recibió aquel primer mensaje en su teléfono. Ojalá se acordase, meditó ya fuera de la ducha.

Pero llegó como uno más, pensó.

Un avatar nuevo que le saludaba en aquel universo que tanto la fascinaba; donde se sentía arropada, acompañada para enjugar sus penas y curar las heridas de una vida, la suya, que naufragaba.

Porque no había peor dolor que el del desengaño, que el del abandono, ese hondo sentimiento de soledad desnuda frente a una misma. Delante de la cual se sentía huérfana de soluciones y de esperanzas. Hasta que aquella luz, aquella luna de verano, se iluminó delante de ella casi cuando sentía que todo estaba perdido.

Intentó recordar aquellos primeros momentos.

Aquellos primeros mensajes, que fluían veloces y suaves tras unos dedos que dibujaban emociones en el teclado; las primeras risas manuscritas, las primeras canciones, aquella sensación sutil de que algo ocurría y la removía por dentro sin poder ni querer controlarlo… y de como todo fue creciendo.

Era difícil explicarlo, aun ella no podía hacerlo, pero ocurrió.

Y paso a paso, palabra a palabra, fue surgiendo; para envolverlos y elevarlos sobre todo lo que ocurría a su alrededor a ambos lados de la pantalla. Para ser capaces de entenderse y abonar dos vidas solitarias a golpes de sueños, cincelando un amor que creció casi sin darse cuenta…

Lo amaba, sí, lo quería profundamente. Sin haberlo tocado. Sin haberlo mirado a los ojos, ni haber sentido el tacto de su piel ni el roce de sus manos. Pero sabiendo, descubriendo detrás de sus palabras y de aquella fotografía, un alma hermosa, como nunca había conocido.

Y después de tantos días de ensueño, de tantas vigilias y noches compartidas tras el brillante silencio de un portátil, todo iba a hacerse realidad, a la llamada de aquel mágico doce de enero.

No lo dudó ni un instante.

El corazón le dio un vuelco cuando su número apareció en escrito en azul, y tras unos interminables segundos pudo oír por fin su voz al otro lado del teléfono.

Y sus palabras, tantas veces leídas, cogieron voz y melodía. Y sus risas sonaron a sinfonía, y sus susurros a milagro.

-¿Has leído el relato, no?… le dijo emocionado.

-¡Yo te espero a las cinco, cielo, no faltes!… terminó, para dejarla casi sin aliento.

Y hoy era el día.

Se vistió despacio. Como una novia.

Y desplegó dulcemente sobre la colcha los tres vestidos que había elegido para aquel momento, temblando. Con la emoción en el pecho que le estallaba en su interior como una tormenta de verano.

Y tras decidirse, sé miró al espejo, para retocarse y abandonar aquel espacio donde había velado las armas de su corazón casi sin probar bocado; y radiante, ilusionada, avanzar por el largo pasillo en busca de sus sueños.

[…]

Apenas quedaban unos minutos para las cinco, y paralizada, se detuvo frente a aquel maravilloso café.

Café Gijón...

Café Gijón…

Sentía su pulso en la garganta, y una emoción indescriptible. Un último esfuerzo, tomó aire y cruzó la calle decidida para llegar hasta la vieja puerta de madera para cruzar bajo el dintel de la puerta.

Y entonces, el silencio.

Para solo escuchar como un martilleo en su cabeza el latido de un corazón emocionado.

Y el reloj marcó las cinco.

Y allí frente a ella, él la esperaba con su mejor sonrisa… la que  había soñado tantas veces, y él había dibujado con sus dedos cada noche, cada madrugada.

Y sus ojos se empañaron de alegría.

Y mientras, él se acercó lentamente a su lado, sin apartar su mirada de la suya, para construir juntos por primera vez un abrazo; que los envolvió en aquel mágico lugar como una esperanza abierta al mundo..

Un universo que se detuvo a su alrededor, tras el primer…

¡Te quiero!…

Tu mirada...

Tu mirada…

Este relato es la segunda parte de  «EN EL CAFÉ GIJÓN».  

Publicado en este Blog el 14 de Diciembre de 2012.

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Dedicatoria:

A tod@s l@s que hicieron posible la magia del doce de enero. ¡Gracias!…

 

 

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